La sangre como simbolo

La sangre se considera universalmente como el vehiculo de la vida. La sangre es la vida, se dice a la manera bíblica. A veces se la tomo incluso como el principio de la generación. Según la tracción caldea la sangre divina mezclada con la tierra da vida a los seres. Según diversos mitos la sangre da vida a las plantas e incluso a los metales. En la antigua Camboya la efusión de la sangre en el curso de justas o de sacrificios daba la fertilidad, la abundancia y la felicidad; presagiaba la lluvia. Hemos señalado que las flechas tiradas hacia el odre celeste por Cheu-sin hacen llover sangre. La sangre –mezclada con el agua- que fluye de la llegada de Cristo, recogida en el grial, es por excelencia el brebaje de la inmortalidad. Lo es a fortiori en el caso de la transubstanciación eucarística. Se observará el uso de un simbolismo del mismo orden en el juramento de la sangre de la antigüedad y de las sociedades secretas chinas.
La sangre corresponde también al calor vital y corporal, opuesto a la luz, que corresponde al alimento y al espíritu. En la misma perspectiva, la sangre, principio corporal, es el vehiculo de las pasiones.
-La sangre es considerada por algunos pueblos como el vehiculo del alma; lo que explicaría, según Frazer, los ritos de sacrificio, en los cuales se toma gran cuidado en no dejar que la sangre de la victima se derrama sobre el suelo. En Nueva Zelanda todo objeto que reciba aunque no sea más que una gota de la sangre de un gran jefe resulta con ello sacralizado. Hallamos aquí de nuevo el simbolismo de la comunión por la sangre o del lazo de enfeudación por el juramento de sangre.
-Cierto mitos del fin del mundo de los pueblos uralo-altaicos del Asia central ilustran de manera sorprendentemente la asociación sangre-fuego celeste. En uno de esos mitos el mundo parece por un incendio causado por la muerte de un árbol sagrado que derrama su sangre al desplomarse, y esa sangre que chorrea sobre la tierra se transforma en fuego. Para los tátaros del Altai es un héroe enviado por el Dios supremo que combatiendo contra el diablo, derrama sobre toda la tierra su sangre, que se transforma en llamas. En un poema alemán del siglo IX, lo mismo que en las revelaciones rusas del pseudo Metodio, es la sangre de Elías, combatiendo al Anticristo, la que prende fuego y devora la tierra.

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